miércoles, 24 de noviembre de 2010

El tiempo pasa...


Observo el horizonte, pero sin verlo. La mirada y el pensamiento perdidos por la senda invisible de la duda, la angustia, la desazón. De pronto, parpadeo repetidamente, como si despertara de algún sueño, y me sorprende mi estado ausente. Tomo conciencia, ahora sí, de mí mismo, de dónde estoy. Y es que mi anterior estado meditativo me impedía incluso observar conscientemente lo que me rodeaba. Paso la mano por la pedregosa tierra donde estoy sentado, y por las hierbas y plantas que casi me camuflan en el paisaje. Es como si quisiera captar, por medio del tacto, algún misterioso mensaje que quisiera transmitirme la naturaleza. Así me parece sentirlo, o tal vez, venga desde mi propio interior, no lo sé. Pero algo está deseando “manifestarse”. Miro al frente, al infinito cielo que se abre ante mí. Los minutos pasan. Los colores cambian. Las tonalidades que van adquiriendo las nubes que observo recrean una singular paleta de colores de particular belleza. Cambian sus formas, su silueta. Se forman largos trazos de fino algodón.La luz que antes dominaba el día, ahora se transforma en palidez naranja, rosa, según pasan los minutos. ¿Cuánto tiempo llevaré aquí?

La noche se acerca para quedarse y expandir su oscuridad sobre la faz de la Tierra. Las primeras estrellas ya brillan tímidamente en el firmamento. Vuelvo a quedarme pensativo, pero ésta vez domino el hilo de mis reflexiones. No como estaba anteriormente, donde mis pensamientos fluctuaban, sin orden ni concierto. Pienso en el tiempo, en el transcurrir de los minutos, las horas, los días. Es algo activo, se mueve. Lo noto en todo aquello que observo y cómo ha ido cambiando, transformándose. Y lo comparo con mi posición observadora, estática. El contraste es evidente. Había visto cambios de color, de formas, de luz. Y yo seguía inmóvil.Saltó a mi mente el mensaje. Tenía que moverme, actuar, la naturaleza me lo mostraba. Tenía que evolucionar, seguir adelante, transformar mis días en activo andar, no sólo en estática observación. El tiempo, los minutos, los días, seguirían su actividad, no se pararían a esperar que terminen mis reflexiones, mis dudas, mis miedos. ¿Y si ése tiempo me separa, me aparta de aquello que más quiero?.

Y es que ahora tomo conciencia de que el tiempo transcurre hacia adelante. No puedo desear que vuelva a empezar el atardecer que ahora se difumina ante mí. Comprendo lo cruel, y real, de la expresión “perder el tiempo”. Lo que no haya hecho o dicho hoy, no lo puedo recuperar. Podré decirlo “más adelante”, pero no será, quizá, en el instante o momento deseado. Puede que en ése tiempo transcurrido hasta que actúo hayan sucedido cosas, momentos o sucesos que modifiquen mi presente, mi futuro.

Me resuelvo a aprender a actuar, a moverme mientras pienso. A no pararme en largos y profundos estados meditativos, de estática contemplación de mi realidad. Quisiera abandonar actitudes que frenan mi avance, mi evolución. Yo que tanto detesto la negatividad, el pesimismo, no puedo dejarme seducir por ellos y dejar que pasen mis días en inactividad física o emocional. Todas estas cosas las sé. Todos sabemos lo que es mejor para cada uno de nosotros. Por eso, la mayor de las batallas es decidirse a actuar, a luchar, y a cambiar nuestro estado de ánimo, desde dentro de nosotros mismos.

Me levanto resuelto de la observación sintetizada en éste atardecer, y decidido a cambiar mi ánimo. Mientras tanto voy pensando en la mejor receta para hacerlo. Puede que necesite como ingredientes un poco de Fe, esperanza, optimismo, buenas dosis de sonrisas, cariño, pero no mendigare afecto a nadie, quien se jacte con bellas palabras en afirmarlo, pues que lo demuestre. Y todo ello sazonado con paciencia e ilusión. Pues en parte comprendo; " Caminante no hay camino, se hace camino al andar".

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